Editoriales

Los 'robo advisor' obligan a las gestoras activas a ponerse las pilas

Dejamos que los robots aspiren la casa por nosotros, hemos perdido el miedo a las compras a través de Internet y para saber qué es de la vida de alguien que conozcamos ya no hace falta quedar con él, basta con mirar su muro de Facebook o whatsapearle. Pero cuando hablamos de invertir seguimos necesitando ir a una oficina física para que nos recomienden dónde depositar nuestro dinero. ¿Tiene sentido esta dependencia financiera o es momento de empezar a separar gestión financiera de gestión de activos?

Con esta idea, amén de la de ahorrar costes, surgieron hace no muchos años los robo advisor, robots financieros que a través de algoritmos no sólo crean una cartera específica para cada tipo de inversor sino que, además, rebalancean sus inversiones en función de cada contexto de mercado. Lo hacen, además, cobrando comisiones que son tres veces inferiores a las que soportan los asesores financieros tradicionales y pueden hacerlo porque no incluyen en sus recomendaciones productos de gestión activa sino solo pasiva, que presentan gastos también tres veces inferiores.

Esa pasividad en las inversiones -defienden que lo importante a largo plazo es la asignación de activos y no de valores- y la falta del componente humano son las razones que no acaban de convencer a muchos de los que critican que la rentabilidad de sus carteras pueda como poco ser comparable a la que realiza un gestor activo. Pero la realidad demuestra que la gestión activa no siempre ha sido la más rentable. De hecho, un estudio de SPIVA muestra que el 90 por ciento de los fondos de bolsa americana ha sido incapaz de superar en rentabilidad al S&P500. Esto no quiere decir que la gestión activa no exista. Ni mucho menos. Pero sí demuestra que no todos los que se incluyen en este grandioso grupo son tan activos como venden o, por lo menos, que no son muchos los fondos que traducen gestión activa en un plus de rentabilidad para sus inversores. La llegada de los robo advisor al mundo de la gestión -se espera que en cuatro años su patrimonio se incremente en más de un 2.000 por ciento- sacará los colores a aquel sector de la industria que ha cobrado comisiones abusivas por resultados que dejan mucho que desear, pero también pondrá en valor aquellos pocos gestores que sí han conseguido el objetivo de cualquier gestor activo que se precie: maximizar las rentabilidades cuando el mercado sube y minimizar las pérdidas cuando baja. Haberlos, haylos.

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