
La valoración del pacto de investidura y legislatura que ayer firmaron el PSOE y Ciudadanos (C's) debe ir más allá de las cábalas sobre cuáles serán los apoyos que logrará en el Parlamento. El documento demuestra con contundencia hasta qué punto el líder socialista, Pedro Sánchez, ha sorteado la trampa hacia la que Podemos quería atraerle, ya que se sitúa en las antípodas de las exigencias que Pablo Iglesias imponía. Frente a las alzas de impuestos que este partido propugnaba, Sánchez se compromete ahora con C's a respetar las bajadas con las que el IRPF cerró la legislatura, y no propiciar ninguna subida en los próximos cuatro años.
Lo que podía haber sido una derogación completa de la reforma laboral queda en cambios localizados. Así, sobreviven puntos clave como la primacía de los convenios de empresa en determinados aspectos de la negociación colectiva. En el caso de la indemnización por despido, el contrato indefinido queda como está, 33 días, un cómputo al que también tenderá el contrato temporal tras los dos primeros años.
En cuanto al gasto público, mientras Podemos preveía elevarlo en 100.000 millones, el PSOE y C's hablan de destinar 7.000 millones a la renta mínima vital de los socialistas y al complemento salarial del partido naranja, recursos que se nutrirán de una recaudación más eficiente en Sociedades o de la supresión de diputaciones.
Es, en suma, un programa de Gobierno ajeno a radicalismos, que no atenta contras las reformas fundamentales y sobre el que se puede sustentar un Gobierno estable; justo todo lo que siempre defiende el presidente Mariano Rajoy. Ahora, el líder del PP tiene la oportunidad de demostrar que está a la altura de sus palabras, apoyando el pacto, o absteniéndose para que sus protagonistas lo desarrollen.