
Resurge, gracias al PSOE, el debate sobre la ética del paso de expolíticos al sector privado. Paradójicamente, Pedro Sánchez, enemigo de las puertas giratorias, topa ahora con los casos de las exministras Trinidad Jiménez y Elena Salgado.
El hecho de que el mismo Sánchez autorice la entrada de Jiménez en Telefónica es la mejor prueba de que también es consciente de que su postura, llevada al extremo, dejaría al sector público sin incentivos para captar talentos que, más tarde, puede emplear legítimamente la empresa privada.
El caso de Salgado y Nueva Pescanova, con todo, es diferente. Su pésima gestión pública la desacredita para todo puesto y demuestra que, en este caso sí, las puertas giratorias pueden tener un mal uso, como es asegurar futuras influencias políticas.