
La banca española perdió en apenas dos años más de 400.000 clientes. Se trata de una mengua perfectamente explicable en un contexto de crisis, en el que las dificultades han forzado a muchos inmigrantes y expatriados a abandonar España.
Para una persona que deja el país no tiene sentido dejar abierta una cuenta corriente cuya inactividad puede además generar costes de mantenimiento. Además, la pérdida de clientes no es en sí misma de gran envergadura frente a una población total bancarizada de 36 millones de personas.
Sus efectos, con todo, se pueden multiplicar en unas circunstancias como las actuales, en las que persisten las dificultades derivadas de una rentabilidad bancaria que no repunta y que aún exigirá más ajustes.