
La reactivación económica en España se ha intensificado hasta el punto de impulsar el PIB, situando su velocidad de crucero en el 0,8% en el pasado trimestre. La recuperación es ya un hecho, lo que no implica que todas las heridas abiertas por la crisis hayan podido ser restañadas. Así, la creación de empresas se derrumbó en los años más duros de las turbulencias y, todavía en 2015, encuentra dificultades para estabilizarse. Según las cifras del INE, el total de nacimientos de nuevas empresas experimentó una caída del 0,3% interanual entre los pasados meses de enero y septiembre.
Otras estadísticas muestran descensos aún mayores: de acuerdo con el Consejo General del Notariado, los nacimientos de firmas se redujeron un 4,4% sólo en septiembre. Por si fuera poco, surgen menos empresas y también más pequeñas, puesto que el capital suscrito para originar sociedades menguó casi un 3% en los primeros nueve meses de este año.
Detrás de cifras como éstas, se esconden los esfuerzos de miles de empresarios que aún chocan contra dificultades, como la muy lenta reactivación del crédito procedente del sector bancario. Pero, más allá de las secuelas de la crisis, también actúan como trabas factores arraigados en la economía española desde mucho antes de las convulsiones, como es la todavía prolija maraña burocrática que es necesario atravesar para constituir una nueva sociedad.
En paralelo, la elevada fiscalidad, pese a la reforma iniciada en 2014, dificulta también la constitución de nuevas sociedades y pone de manifiesto la urgencia de acometer las rebajas impositivas, como la que atañe a las cotizaciones sociales, que esta legislatura deja pendientes.