El Banco Popular de China sorprendió el lunes (madrugada del martes en España) al devaluar el yuan un 1,9% frente al dólar, una decisión que suponía el mayor ajuste de la divisa china desde 1994. No en vano la autoridad monetaria calificó la decisión de "excepcional" e incluso el FMI lo aplaudió. Sin embargo, la argumentación del banco central ha quedado desacreditada en la medida en que lo excepcional tardó sólo un día en repetirse, ya que el yuan fue objeto ayer (el martes en China) de una nueva devaluación, en este caso del 1,6%.
La brusca caída acumulada, del 3,5% en tan sólo dos sesiones, pone de manifiesto la completa inexperiencia de las autoridades del gigante a la hora de enfrentarse a este tipo de decisiones y siembra incertidumbre sobre cuál es el nivel al que permitirá que llegue el tipo de cambio de su moneda. Del mismo, es también inevitable que surjan dudas sobre qué dimensiones alcanza el enfriamiento de su PIB.
Es un contexto que ha propiciado un descenso acumulado en las bolsas de Europa del 5%, el continente que se erige en principal socio comercial del gigante asiático, y que necesariamente sufrirá la mayor competitividad de las exportaciones chinas y el descenso de sus importaciones. Sin embargo, es también cierto que el Banco Popular está ya interviniendo para evitar un desplome de su divisa y que la desaceleración de la segunda potencia mundial es un hecho con el que los mercados cuentan desde hace meses.
Por ello, pese a las dudas e incertidumbres, resulta previsible que la situación se estabilice próximamente, de modo que el giro que ha tomado la política monetaria china pueda considerarse un avance en la liberalización de su divisa.