
UGT da hoy los primeros pasos para cerrar la era Cándido Méndez, celebrando el Comité Confederal que, a su vez, convocará el Congreso del año que viene en el que el actual secretario general no se presentará a la reelección, como anunció en 2014.
Lo que Méndez deja a su espalda es conocido: hasta cuatro casos de corrupción que salpican de lleno a la formación, entre ellos la malversación masiva de fondos públicos de los ERE andaluces, que proliferaron ante su completa pasividad; en segundo lugar, un sindicato burocratizado, sin credibilidad ante los trabajadores que dice defender y adicto a las subvenciones públicas.
De los cuatro candidatos que ya compiten por suceder a Méndez dependerá que tan nefasto legado no suponga la desaparición del sindicato. Sus credenciales son variadas y discurren entre el cambio generacional que supondrían los actuales secretarios Ángel Cilleros o Frederic Monell hasta el perfil más cercano al actual dirigente de Josep María Álvarez, quien lleva 25 años al frente de UGT-Cataluña. También compite la líder cántabra María Cedrún, quien se ajustaría al anhelo personal de Méndez de que sea una mujer quien lo sustituya.
Sin embargo, lo que menos le conviene a UGT es escuchar sugerencias de su todavía secretario general. Méndez debe quedar al margen de la renovación a la que su gestión abocó a la central, si es que ésta quiere tener parte en el necesario papel que aún corresponderá a los sindicatos en el futuro. La dejadez en la lucha contra la corrupción interna y el descrédito está socavando, en los últimos años, a todo tipo de instituciones, incluidos los grandes partidos. UGT debe tomar nota de las graves consecuencias que tendrá toda resistencia a una regeneración real.