Editoriales

El bipartidismo sobrevive pese a la elevada fragmentación política

Las elecciones autonómicas y municipales que ayer celebró España han estado, durante semanas, rodeadas de una incertidumbre inusual en la historia democrática de este país. Ahora, con los resultados encima de la mesa, es inevitable admitir que la desaparición de las mayorías absolutas y la irrupción de dos nuevas fuerzas, como son Podemos y Ciudadanos, abre la perspectiva de un tiempo de equilibrios difíciles y de Gobiernos débiles. Consulte el resultado electoral en su municipio o comunidad | Las anécdotas de la jornada

Con todo, resultaría exagerado considerar que se ha materializado el escenario de cambio revolucionario que no pocos analistas presagiaban, basado en la muerte del bipartidismo.

Resulta innegable que el PP ha sufrido un severo castigo, que se traduce en 2,5 millones de votos menos con respecto a 2011, no pocos de los cuales, tras una llamativa pirueta ideológica, han acabado engrosando los apoyos de una fuerza tan opuesta como es Podemos. Semejante viraje debe hacer reflexionar a los populares, pero no hay que minusvalorar que el PP continúa siendo la fuerza más votada, con el 27% de votos.

También se las ha arreglado para obtener el mayor número de respaldos en plazas clave como el Ayuntamiento y el Parlamento regional de Madrid. Sin duda, los resultados en esta última autonomía son muy ajustados, pero en ello no sólo han influido los nuevos vientos políticos, sino también claros errores de estrategia interna del propio partido, como la arriesgada apuesta por una figura tan de la vieja guardia como es Esperanza Aguirre.

Sin embargo, la verdadera prueba de que es prematuro enterrar al bipartidismo se esconde tras los resultados del PSOE. Los socialistas pierden 775.000 votantes, pero se mantienen como segunda formación a escala nacional. No es un mal resultado para una formación afectada por una clara lucha interna de liderazgo y que parecía condenada a ser arrasada por las nuevas fuerzas políticas emergentes.

Es en este último ámbito, concreto y localizado, el de los terceros partidos, donde sí se ha producido un cambio de calado, debido a la manera en que IU y UPyD, los usufructuarios durante años de ese espacio han sido barridos. El anquilosamiento de la coalición de izquierdas y el personalismo que corroía al partido magenta se lo han puesto muy fácil tanto a Ciudadanos como a Podemos.

Este último se ha apuntado el tanto de que su candidata en Barcelona, Ada Colau, haya conseguido la Alcaldía de esa urbe. Sin embargo, Colau igualmente debe parte de su victoria al desgaste que CiU arrastra con motivo de la deriva soberanista de Artur Mas, que tanto está impulsando a Ciudadanos (tercera fuerza en la Ciudad Condal). Este último partido destaca también por convertirse en una opción de peso en capitales como Madrid, Valencia o Zaragoza y en parlamentos como el madrileño o el murciano.

Son avances llamativos, tanto en el caso de la formación de Albert Rivera como de Podemos, que no cambian la fotografía general de la supervivencia de los grandes partidos, ni anulan la posibilidad de que PSOE y PP recuperen terreno en las elecciones generales de noviembre, en la que se notarán más los efectos de la recuperación y también los puramente técnicos de la ley D'Hont. Aunque el Congreso de los Diputados esté más fragmentado que actualmente será posible llegar a pactos; en paralelo, la confirmación de que el empuje de Podemos se agota en desplazar a IU y constituirse, como máximo, en tercera fuerza, es una garantía de que la estabilidad,que el despertar económico requiere se mantendrá.

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