El Tesoro español se financió ayer en el mercado al 1,88% de interés en el bono a diez años, muy por encima de los 1,28 puntos que pagaba hace tan sólo un mes. Sobrevuelan a la economía europea incertidumbres indudables: la desaceleración brusca de EEUU; el encastillamiento de Grecia en su negociación con el Eurogrupo o las elecciones más reñidas en Reino Unido desde los 70. Con todo, la verdadera causa del aumento de los costes de financiación de España, e incluso de Alemania, tiene una causa más profunda: el mercado de renta fija europea vive una tormenta, porque el descenso de la rentabilidad de los bonos, que parecía no tener fin, ha encontrado su suelo.
Ha sido necesario que se dé una situación tan anómala como que, por prestar dinero a 10 años al Estado alemán, éste no pague nada. Es entonces cuando los gestores han decidido deshacer posiciones, esto es, vender bonos, lo que provoca que caiga su precio y, en paralelo, suba la rentabilidad que los países ofrecen para colocarlos.
No tenía sentido que las rentabilidades siguieran cayendo en un contexto de recuperación de la actividad en el que se espera un repunte de la inflación. Japón pasó décadas estancado y deflacionista y el interés de su bono a 10 años nunca descendió por debajo del 0,20%. La lógica no es la principal fuerza que rige los mercados y el fin de ciclo, aunque esperado, se ha producido de manera repentina y sorprendió a fondos de inversión y a planes de pensiones con una muy alta exposición al bono de sus carteras, por lo que encajan pérdidas medias entre el 6% y el 7% en las últimas semanas. Sin embargo, pese a su virulencia, la corrección debía producirse para acompasarse al nuevo escenario.