El presidente del BBVA, Francisco González, acometió ayer una profunda reestructuración de la cúpula del segundo mayor banco de España y el primero de México. El cambio más sonado, junto a la desaparición del Comité de Dirección, ha sido la defenestración del, desde 2009, consejero delegado de la entidad. Ángel Cano no tiene ya cabida en el plan de González de convertir al BBVA en el "mejor banco universal".
Sin duda, Cano ha tenido responsabilidad en el pobre resultado cosechado por algunas de las más ambiciosas apuestas internacionales del grupo. No en vano la apuesta china no ha dado los resultados esperados, y ahora toca replegarse; en paralelo, el potencial que se vislumbraba en el mercado turco ha mermado por la inestabilidad del país, lo que ha obligado a ampliar capital; por último, también la filial estadounidense ha necesitado de una inyección de nuevos recursos.
En sustitución de Cano, quien se marcha con una pensión de 26 millones, llega Carlos Torres, hasta ahora director del área global de Banca Digital. Se trata de un cambio muy en línea con el propósito casi obsesivo de González de convertirse en líder de las nuevas formas de operar en el sector bancario, ahora que, como suele recordar, la mitad de sus clientes interactúa con el banco a través del móvil. Todavía está por demostrarse cuál será el alcance auténtico de esta revolución digital, y si realmente se erigirá en la clave para que la entidad enderece su rumbo y supla sus carencias en varias áreas, entre ellas, y no la menos importante, la que concierne a su política de comunicación. Para ello, sin duda, resultará imprescindible situar a personas de prestigio en los puestos ejecutivos más importantes.