
La simple comparativa de plazos y tiempos de reacción en el caso Rodrigo Rato delata con toda crudeza hasta qué punto el Gobierno del presidente Rajoy se encuentra fracturado. Por un lado, se halla el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien contó con información "puntual y detallada", por parte de la Agencia Tributaria, del prolijo proceso que derivó en la mediática detención del exdirector gerente del FMI, según denuncian numerosos inspectores fiscales.
Montoro dispuso, así, de tiempo sobrado para seguir al detalle las operaciones, desde la apertura de expediente por delito fiscal a Rato hasta su arresto. Por el contrario, el presidente Rajoy permaneció ajeno a todo hasta unas horas antes de que su antiguo compañero en el Gobierno se sentara en un coche policial, y fue gracias a la llamada de otro ministro, el titular de Justicia, Rafael Catalá.
La manera en que Montoro actuó es condenable en la medida en que demuestra que su actuación está al servicio de estrategias políticas de su partido que, como reveló ayer este periódico, buscan desestabilizar a Rajoy, en beneficio de la proyección de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ante las próximas elecciones generales. Guerra abierta: Montoro apunta a De Guindos por filtrar el caso Rato y éste lo desmiente
La conducta del titular de Hacienda, y la manera en que está comprometiendo la independencia de la Agencia Tributaria, ya ha merecido la reprobación de varios de sus compañeros de Gabinete, pero ahí se han quedado las reacciones internas. Esa inacción sólo puede sorprender ante unos hechos que evidencian que el Gobierno sufre un agrietamiento interno que la previsible debacle de las elecciones de mayo ampliará con consecuencias graves para el Ejecutivo y para el futuro mismo del PP.