Un hecho ordinario como es la puesta a disposición de una flota de automóviles para los ejecutivos de una gran empresa se convierte en fuente de suspicacias en el caso de Bankia. Una evaluación objetiva del caso es difícil en la medida en que se trata de una entidad financiera rescatada, cuyo pasado se encuentra bajo investigación por escándalos de diversa índole.
Conviene sin embargo, evaluar con criterio hasta qué punto eran necesarios 183 coches valorados en una cifra superior a los siete millones de euros y, en el caso de que se demuestre que era un gasto suntuario, dirimir responsabilidades. No cabe, sin embargo, caer en el populismo de condenar genéricamente lo que es una práctica común, y justificable, en muchas empresas del sector.