Editoriales

La opacidad pasa factura al MAB

El Mercado Alternativo Bursátil (MAB) cumple nueve años exhibiendo muy pocos hitos; quizá el más destacable sea el hecho de que ya está fuera de toda duda que se le ha quedado enorme el apodo de bolsa para pymes. El MAB nació en 2006, pero no fue hasta 2009, cuando Zinkia empezó a cotizar, que empezó a perfilarse como una vía de financiación alternativa para la pequeña y mediana empresa.

Era un paso oportuno en un país en el que los empresarios apenas exploraban caminos que no pasaran por el crédito bancario, y en un momento en el que la crisis empezaba a drenar la liquidez en los mercados. En 2015, el contexto ha cambiado mucho, pero hay poco que agradecer al MAB por ello.

De hecho, en la actualidad el segmento de contratación que lo mantiene en pie, aportando el 90% de sus ingresos, es el correspondiente a las sociedades de inversión de capital variable (sicav). La cotización de empresas suponen un tímido 22%, procedente de las 23 empresas que aún operan. Son cifras que manifiestan el fracaso de un modelo alternativo de financiación cuyos bajos estándares de control obligaron, en su corta vida, a dos expulsiones (Nostrum y Negocio), mientras que propiciaron el estallido de sonoros escándalos como los protagonizados por Gowex y Zinkia.

El MAB nunca ha funcionado como un Continuo en miniatura, como bien experimentó Carbures al intentar saltar a ese último mercado, y ver sus cuentas rechazadas al no ajustarse a unas exigencias auténticas de veracidad. La opacidad marca el aniversario del MAB, ante la pasividad de su propietario, Bolsas y Mercados Españoles (BME), a la hora de atajar ese problema y proteger, como debe, al inversor.

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