Editoriales

Draghi reacciona con la firmeza que la zona del euro necesitaba

Con cerca de cinco años de retraso con respecto a la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo (BCE) pondrá en marcha su primer programa de compra masiva de deuda pública (y privada), conocido en inglés como quantitative easing (QE).

Un periodo más que suficiente para manifestar los profundos desequilibrios sobre los que se construyó la Unión Monetaria, hasta el punto de reabrir la vieja brecha entre la Europa central y la periférica, y su falta de iniciativa para afrontar desafíos de la envergadura que supuso la crisis iniciada en 2008.

Ha sido necesario que la zona del euro se distinguiera como la única economía desarrollada que terminó 2014 estancada y al borde de la deflación, para que el presidente del BCE, Mario Draghi, pudiera seguir los pasos de sus exhomólogos anglosajones Ben Bernanke y Mervyn King. Sin embargo, el coste de la demora puede verse compensado por la contundencia con la que Draghi reaccionó al fin.

Resulta innegable que el eurobanco contaba con un margen de acción reducido. Era impensable decepcionar después de meses alimentando expectativas sobre un nuevo golpe de efecto en política monetaria, máxime en una semana delicada, con las elecciones griegas en ciernes. Pero no lo es menos que Draghi ha batido expectativas. Los 500.000 millones en compras de activos públicos y privados que se descontaban se han visto incrementados hasta 1,14 billones, a razón de 60.000 millones mensuales, la mayor parte destinados a bonos soberanos con vencimiento superior a tres años. El banquero central también se ha permitido mostrarse flexible en los plazos: el QE se iniciará en marzo y habrá una revisión en septiembre de 2016, después de la cual podría darse una extensión.

Draghi, incluso en un tema tan sensible para Alemania como es el reparto de riesgos, llegó al punto de calificar de "estéril" ese debate. Es más, oficialmente el 80% de la incertidumbre la asumen los bancos centrales de cada Estado miembro. Ahora bien, en el caso de que todo un país, por ejemplo Grecia, impague, lo más probable es que la mutualización de riesgo acabe siendo mayor. Como colofón, el BCE se cubre frente a las consecuencias de los comicios griegos, sin marginar a ese país. No en vano, la adquisición de deuda pública se limita a activos de la máxima calidad, pero podrá haber excepciones, desde el verano, con los países que se mantengan dentro de programas de auxilio de la UE y el FMI.

Todo lo anterior lo ha conseguido Draghi, sobreponiéndose a las trabas alemanas, "por unanimidad en cuanto a su legalidad y por mayoría en lo que respecta a la necesidad de ponerlo ahora en funcionamiento". Y, sin duda, el momento no podía ser más propicio para que el BCE actuara como lo ha hecho. Sin ningún riesgo de inflación excesiva a la vista, el QE descargará los balances bancarios del peso de deuda pública y los colocará en disposición de dar más crédito e impulsar la economía, multiplicando los estímulos que ya suponen tanto el abaratamiento del crudo como la depreciación del euro. De hecho, ayer la moneda única se desinfló aún más, hasta los 1,14 dólares. El descenso de los costes de financiación de los Estados (la prima española cerró en 93,7 puntos básicos) animará a los inversores a apostar por la bolsa y es de esperar un rally que, en el caso del Ibex 35, le permita enfilar hacia los 11.200 puntos después de romper ayer la resistencia de los 10.500. Son todas expectativas elevadas, no exentas de riesgos; sin embargo, el BCE demostró ayer estar a su altura al actuar con tanta decisión.

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