Los responsables del Eurogrupo y el ministro Luis de Guindos cumplieron ayer con sus respectivos papeles en la reunión que mantuvieron los titulares de Economía en Bruselas. Por un lado, el comisario Pierre Moscovici desempeñó su recién estrenado rol de supervisor "cuidadoso" de las cuentas de los Estados miembros y, en el caso de España, alertó de la posibilidad de que el déficit público cierre 2015 en el 4,6% del PIB, cuatro décimas por encima del límite. Por su parte, De Guindos tenía que hacer valer los méritos acumulados por España ("ya no somos los peores de la clase") en 2014 y redujo las "discrepancias" a una cuestión de pronósticos respecto al avance del PIB.
Mientras Bruselas espera un alza del 1,7% el año próximo, el Gobierno ya cuenta con una velocidad de crucero superior al 2%, según adelantó el presidente Mariano Rajoy el domingo. Sin duda, este último escenario es posible, en la medida en que confluyen cuatro acicates que el propio De Guindos enumeró en La Noche de la Economía (organizada por este diario).
Sólo el abaratamiento del crudo suma un punto porcentual al PIB, y a él se añaden el euro depreciado, los costes laborales aún a la baja y el avance del crédito. Más arriesgado es aventurar si bastará para mantener las expectativas de crecimiento, y con ellas de reducción del déficit, dando a la vez por acabados los ajustes, como el ministro hizo en Bruselas. El próximo será un año electoral, lo que de por sí adormece toda reforma, marcado además por los riesgos del avance del populismo y de las tensiones secesionistas (las agencias de crédito son las últimas en advertirlo). Hay riesgos, sobre todo políticos, ante la recuperación que urge atender.