La pasividad ante uno de los mayores lastres que arrastra el sistema eléctrico tiene un precio muy alto: cerca de 30.000 millones de euros de déficit de tarifa (la diferencia entre los costes reales de producir electricidad y los reconocidos por la regulación). Es el fruto de una inercia de más de diez años que sólo en 2014 empieza a corregirse. Así, según Industria, este año no sólo no cerrará con desfase negativo, por primera vez desde 2004, sino que arrojará un superávit de 11 millones. Toda lucha contra un déficit derivado de ineficiencias tiene beneficios, además del acto de justicia que es liberar a generaciones venideras de cargas que no crearon. En este caso, el premio es congelar, en 2015, la parte del recibo de la luz que el Gobierno controla.