El alcance real de la consulta soberanista celebrada el pasado 9 de noviembre ha quedado ensombrecido debido a lo aparatoso de las reacciones que suscitó en los días posteriores. Por un lado, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha querido exprimir al máximo lo que consideró un éxito de convocatoria, que conlleva una oportunidad de oro para volver a asumir el protagonismo en el proceso soberanista. Con ese afán, Mas presentó la semana pasada una hoja de ruta hasta 2016 que culminaría con la independencia catalana, tomando como punto de partida unas elecciones plebiscitarias junto a ERC.
Por su parte, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, busca recuperar tiempo mediante gestos como su visita de este fin de semana a Cataluña y, sobre todo, dejando fuera de juego a Mas a través de la querella presentada por la Fiscalía General del Estado. Con todo, más allá de las maniobras políticas en Madrid y Barcelona, lo que el 9-N puso de manifiesto es la duda que Oriol Junqueras reconoce en su entrevista con elEconomista, hecha antes de la visita de Rajoy, acerca del alcance real que tiene el independentismo en Cataluña.
Un día antes de que Junqueras dé su propia respuesta a Mas reconoce que su tarea es "sumar a todos y no a unos pocos", entre los que están los indecisos y quienes votaron sí-no en la consulta. El independentismo revela así que se encuentra en un impasse que el Gobierno debe aprovechar para retomar una negociación con amplitud de miras y rebatir el "Madrid no negocia nada" que Junqueras aún blande. En este caso, sí puede ser oportuno mirar a Escocia, donde la propuesta de acuerdo pasa por fijar el IRPF y controlar el 10% del IVA.