Mariano Rajoy presumía estos días ante Angela Merkel de las reformas de su Gobierno. Aunque ha habido reformas importantes -laboral y sector financiero- queda mucho trabajo por hacer y alguno, como la reforma del sector público, vital para asegurar la corrección del déficit y la deuda.
Reducir el tamaño del Estado y hacerlo más eficiente es la piedra angular para asegurar el Estado de Bienestar que requieren los tiempos actuales y ser más competitivos. Dentro de las Administraciones Públicas, la primera reforma que acometió el Ejecutivo de Rajoy fue la del sector local. Un cambio que elEconomista criticó por insuficiente como los hechos están demostrando.
Más que un revulsivo modernizador, la reforma ha sido un maquillaje para dar la sensación de renovación. Se mantienen las diputaciones y la atomización de más de 8.000 ayuntamientos, de los que casi un 50% tienen menos de 500 habitantes. Tampoco se ha reducido personal y tras los ajustes de estos últimos años se han vuelto a aumentar las plantillas hasta los niveles que había en 2011.
No se puede hablar de reforma local cuando lo único que se ha hecho ha sido despedir personal interino para cuadrar las cuentas y posteriormente volver a contratarlo. Llama la atención que en 2014 la plantilla local creció un 3% en toda España -un 10% en Andalucía- y rebasa los 500.000 efectivos. Tampoco se han notado grandes cambios en el Estado y las CCAA. Rajoy ha perdido una oportunidad única de hacer una reforma profunda de las Administraciones en una legislatura en que su partido concentraba la mayoría del poder. Una dejación que pagan los contribuyentes e impide reducir deuda.