Editoriales

Estalla la crisis del Espirito Santo

El Banco Espirito Santo (BES) ha saltado por los aires. Tras las multimillonarias pérdidas afloradas la semana pasada, de más de 3.500 millones, y con unos índices de solvencia muy por debajo de lo exigido, las autoridades portuguesas han tomado cartas en el asunto después de semanas de dilaciones que han perjudicado a los mercados europeos y se han llevado por delante más del 80% del valor en bolsa del banco. La crisis hubiera necesitado una respuesta más rápida. La solución propuesta, con inyección de recursos públicos por parte de la Unión Europea (4.900 millones en total) y la creación de un banco malo al que desviar los activos tóxicos, deja bien a las claras que el problema del BES no se limita a las pérdidas declaradas (que pueden incluso crecer), sino que se trata de un agujero financiero en toda regla creado por una excesiva concentración de riesgos.

En Portugal afirman que los Espirito Santo usaban el banco para financiar su conglomerado de empresas y que no contaron nunca con gestores cualificados. El rescate del BES (cuya parte buena se llamará Novo Banco) coge a la economía del país en un momento delicado, en el que deberían primar las políticas de crecimiento, y su saneamiento puede afectar a la recuperación, aunque se trata de una entidad que una vez curada llegará pronto a la velocidad de crucero. Sólo cabe exigir transparencia y no dejar en el armario ningún muerto que prolongue un problema que se debería haber afrontado antes.

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