Acción... reacción. Hace unos días este periódico publicaba la noticia de que el presidente de Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, estaba pidiendo dinero a las grandes empresas del Ibex para crear una fundación privada "auspiciada por el Gobierno". elEconomista se hizo eco de la noticia y, como no podía ser de otra forma, denunció el uso y el abuso de la Marca España por parte del Alto Comisionado y de la actuación poco apropiada de un secretario de Estado, que ha ido pidiendo a cada una de las empresas (en principio contaba con diez patronos) 200.000 euros para impulsar a las compañías fuera de España.
La indignación de las empresas, que están hartas de que se les utilice para impulsar el país a costa de sus bolsillos, ha sido tal que Espinosa de los Monteros se ha visto obligado a abortar el proyecto. Reacción que aunque tardía evita males mayores sobre la imagen de la Marca España. Abusando de su influencia, y mal asesorado por el empresario Seeliger, Carlos Espinosa de los Monteros quiso maquillar de fundación un ente cuyo objetivo no se entiende (¿para qué sirven entonces la secretaría de Estado que dirige y los servicios de Comercio Exterior?) y que supone duplicar organismos en un momento de severos ajustes en los que todos, y más el Estado, deben apretarse el cinturón.
Por si fuera poco, el Alto Comisionado había pensado en Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL, para dirigir la fundación, una elección que causa sorpresa, ya que el constructor está imputado en el caso de las donaciones ilegales al PP. Conviene reflexionar a fondo sobre lo sucedido, porque si Marca España no funciona, ¿entonces no sería lo más lógico clausurarla?
