La reforma fiscal ha sido un empeño del presidente del Gobierno, en el que ha trabajado codo a codo con Cristóbal Montoro para sacarla adelante. Así lo reconocen en el Ministerio de Hacienda, donde destacan el interés de Mariano Rajoy por que los cambios en el IRPF beneficiaran al 70% de los contribuyentes que tributan por este concepto. En este grupo se incluyen todos los que perciben unas rentas del trabajo inferiores a 30.000 euros.
Precisamente el colectivo social más afectado por la crisis y el que más ha sufrido el efecto de un recorte en el gasto público de 8.900 millones en dos años. Tras la durísima subida de impuestos, aprobada nada más llegar a La Moncloa, Rajoy es consciente de que la reforma fiscal puede ser una de sus últimas bazas para recuperar la confianza de los electores desencantados.
Después del varapalo sufrido por el PP en las elecciones europeas se encendieron todas las luces de alarma en el Gobierno. Alerta que se tradujo en la promesa efectuada a los barones territoriales de su partido a principios de este mes de no tomar más decisiones impopulares de aquí a final de legislatura.
Estas son las razones de que el Gobierno español aparque el nuevo impuesto medioambiental (competencia de las CCAA) y soporte los reproches de Bruselas sobre un proyecto que temen ponga en peligro el objetivo de déficit. Esta contradicción entre los intereses electorales y la necesidad de reducir déficit explica la reforma descafeinada del Ejecutivo, sin cambios de calado y con una letra pequeña plagada de subidas que aseguran el mantenimiento de la recaudación. El horizonte ahora son las elecciones. La posibilidad de nuevos recortes, o incluso de tener que subir el IVA, queda para la siguiente legislatura.
Así lideró Rajoy la rebaja fiscal
