Editoriales

Editorial: El Rey abdica por la estabilidad de la Corona y del Estado

Don Juan Carlos anunció ayer que abdicaba tras 39 años de reinado, el más largo dentro de un régimen plenamente democrático. Con la abdicación del Rey se cierra definitivamente la etapa que se inició con la Transición. El cambio se produce en un año cargado de acontecimientos que indudablemente han pesado en la decisión del Monarca.

El pasado 23 de marzo falleció Adolfo Suárez, el otro protagonista indiscutible del cambio de régimen político en España. Por esas fechas Don Juan Carlos ya se planteaba ceder el testigo a su hijo, de forma que a finales de ese mismo mes comunicó su intención al presidente del Gobierno.

En su locución de renuncia a la Corona, el Rey ha querido dejar claro que más que por problemas de salud, su decisión persigue favorecer la estabilidad que España requiere en un momento en el que "las nuevas generaciones deben tomar el relevo". Don Juan Carlos pasa el testigo a su hijo, que accederá al trono como Felipe VI, para que encarne la estabilidad de la Monarquía. Para remarcar esta imagen de continuidad, el discurso del Rey tuvo una cuidada puesta en escena con dos fotos en pantalla muy explícitas: una de Don Juan Carlos, con el Príncipe de Asturias y la infanta Leonor y otra, con Don Juan, su padre.

Esta búsqueda de garantizar la permanencia de la institución indica que en el ánimo del Rey y en su decisión final ha pesado mucho la caída de la popularidad de la Corona, que desde 2011 suspende ante la opinión pública, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Las cacerías en África, su relación con la princesa Corinna, el caso Nóos y la publicación por Planeta, la editorial que preside José Manuel Lara, de La gran desmemoria, han ido asestando duros golpes al apoyo que los españoles daban al Rey. En el citado libro de Pilar Urbano, al que El Mundo dio una credibilidad fuera de lugar, se cuestiona el papel del Rey durante el 23-F. Precisamente fue la paralización de esta intentona de golpe de Estado por Zarzuela lo que convirtió a muchos españoles antes republicanos en juancarlistas. El Rey acierta al abdicar ahora, antes de que las turbulencias en el PSOE perturben el apoyo parlamentario -no imprescindible pero sí necesario- que precisa la decisión que ha tomado. Y antes de que el juez Castro concluya la instrucción sobre su hija la Infanta Cristina y su yerno, a fin de evitar mayor descrédito a la Corona.

El reinado de Don Juan Carlos comenzó con una profunda crisis económica y termina con otra, aunque la situación no es en absoluto comparable. La joven e incierta democracia de finales de los 70 proveniente de la autarquía tuvo que recurrir a los Pactos de la Moncloa para salir del agujero. Dejamos de ser un país aislado; ingresamos en la UE y en la OTAN; accedimos al euro; nos convertimos en una economía abierta; recibimos ayuda para acabar con ETA; cooperamos en la persecución del terrorismo internacional, y la UE nos prestó miles de millones para salvar el sistema financiero. En estos años la bolsa ha subido un 850 por cien y el PIB ha crecido una media del 2,2 por ciento anual. Un hito en nuestra historia económica.

Sin embargo, el futuro no está exento de riesgos. Los casos de corrupción y los estragos de la crisis han hecho crecer el sentimiento republicano entre los más jóvenes; en Cataluña se cuestiona la unidad de España, y PP y PSOE, que pilotaron el desarrollo de la democracia, sufren el castigo de las urnas. Unos retos que el Rey entiende, con acierto, debe solventar una nueva generación al tiempo que afianza la estabilidad de la Corona.

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