Los populares españoles consiguieron ayer por la mínima la victoria en las elecciones al Parlamento Europeo. Un triunfo con sabor agridulce, pues aunque implica un refrendo a las reformas realizadas, la pérdida de ocho diputados en relación con la anterior convocatoria es también una seria advertencia del descontento de muchos españoles, que no ven horizonte a la salida de la crisis y están desencantados por algunas de las promesas incumplidas del Gobierno.
No ha calado entre los ciudadanos el mensaje de optimismo económico, en el que el PP trató de centrar la campaña. El elevado índice de paro, de déficit y de deuda hacen que la economía real no perciba los síntomas de recuperación. El peligro es que Mariano Rajoy considere que el trabajo ya está concluido. Falta mucho por hacer y, a pesar de los mensajes electoralistas lanzados por el PP, los ciudadanos saben que los desequilibrios que todavía amenazan nuestra recuperación van a seguir exigiendo esfuerzos.
También en el conjunto de la UE los populares obtienen el mayor número de escaños en el nuevo Parlamento. Aun así hay que poner en valor que sólo los españoles de Mariano Rajoy, junto con los alemanes de Angela Merkel, vencieron a sus contrincantes a pesar del desgaste de estar gobernando durante la crisis. Un resultado que también ha cosechado dentro de la izquierda el italiano Mateo Renzi.
El mensaje que lanzan los europeos a sus políticos es que hay que tomar medidas para lograr que Europa crezca, pero hay que hacerlo más rápido y mejor, porque si no el malestar que se manifiesta en el importante crecimiento de los partidos euroescépticos podría aumentar todavía más. Francia es el mejor ejemplo de esta confusión y el miedo que produce en los ciudadanos ha dado el triunfo a Mary Le Pen. Un portazo de los franceses a Hollande y a su primer ministros Manuel Valls, incapaces de acometer los cambios que necesita el país.
Eso mismo le está sucediendo al PSOE, que registra el peor resultado en porcentaje de voto en unas elecciones y pierde nueve diputados en comparación con los anteriores comicios europeos. Además de ser incapaz de detener la fragmentación del voto de izquierdas. Los más jóvenes se van hacia una nueva formación, Podemos, que ha sido la gran sorpresa de estos comicios.
Otra de las lecciones dadas por las urnas es que el bipartidismo en España ha sufrido un serio varapalo, que habla mucho del alejamiento de la ciudadanía de un modelo, que en estos años ha puesto de manifiesto sus debilidades. El descenso en el número de escaños experimentado por los dos principales partidos es un reproche a los errores cometidos. De la misma forma que la deriva soberanista emprendida por Artur Mas le ha llevado a la derrota frente a Esquerra. Hay un paralelismo entre lo sucedido a Mas y lo que aconteció con Ibarretxe en el País Vasco, que tras ser rechazado su plan en el Congreso sufrió el castigo de los votos. El pulso soberanista pierde fuerza y queda claro que aun sumando el apoyo de CiU y Esquerra no llegan al 50% del electorado catalán. Los resultados de estos comicios en España van a ejercer presión en contra de que el PP profundice en las reformas que aun hay pendientes, más cuando el calendario electoral impone en 2015 nuevas convocatorias.
Rajoy no debe malinterpretar el resultado y concluir la tarea para que fue elegido. Darse por vencido antes de tiempo y dejar el trabajo a medio hacer sería una irresponsabilidad con la que cosecharía peores resultados en las próximas elecciones.