Rajoy navega en clave electoral y su consigna de optimismo sobre la realidad económica se cumple. Esta estrategia no se podría sostener, si realmente las afirmaciones no se correspondiesen con datos económicos esperanzadores que refrendan los presidentes de las principales empresas del país que ayer se reunieron con Rajoy. Sin embargo, llama la atención la esmerada selección realizada por el Ejecutivo con las medidas que aprobará antes y después de las elecciones europeas. Por ejemplo, se pospone la reforma fiscal. En el foro organizado ayer por Aege y elEconomista, al que asistió la flor y nata del sector industrial español, la secretaria general de Industria, Begoña Cristeto, anunció que el Ejecutivo destinará 1.000 millones al Plan de Reactivación Económica y del Empleo que aprobará este mes.
Paralelamente, la vicepresidenta del Gobierno hacía el mismo anuncio en el Congreso. Una actuación oportuna para los intereses del Gobierno, pero necesaria. El peso de la industria en el PIB ha bajado del 30% en los años setenta al 13% actual. Hay dos objetivos claros: reindustrialización, para un sector gravemente tocado por la crisis, e innovación. Con ello se pretenden crear 370.000 empleos en dos años, más de la mitad de los 650.000 prometidos por el Presidente del Gobierno. En esa línea, el Ejecutivo encarga a Navantia la construcción de dos buques de guerra que generarán 1.000 empleos en los dos años y medio que dure la obra. Más allá de la rentabilidad política conviene tomar en serio el despegue industrial para combatir el paro, ser más competitivos y cambiar de modelo productivo. Objetivos que deben primar y mantenerse después de las elecciones.