El impacto de la reforma del sector público sólo reducirá el gasto entre un 1 y un 1,5% del PIB. El gasto en 2016 se situará en el 42% del PIB, casi el mismo nivel en que lo dejó González (43,2%); sólo tres décimas por debajo de Zapatero (45%), y a distancia del 38% de Aznar. Rajoy no cumple su promesa de situarlo en el 37,7%. Lo peor es que se ha perdido una gran oportunidad, que difícilmente volverá a repetirse porque ya no habrá mayorías absolutas para convertir el sector público en una maquinaria moderna y eficiente adecuada a los ingresos que somos capaces de generar. La reforma fiscal se quedará coja al no ir acompañada de una adecuada reforma administrativa, porque ahora toca elecciones.