A nadie le pasa desapercibido que ya estamos en campaña electoral, que las elecciones de 2015 están a la vuelta de la esquina y que los políticos huyen de cualquier movimiento que suene a privatizar. Y más si se trata de la salud. De ahí la demonización que se ha hecho de la colaboración público-privada que ha paralizado no sólo la gestión de seis hospitales de Madrid, sino que también golpea a las compañías. Algunas CCAA como Cataluña, Andalucía, Madrid, Castilla-La Mancha han congelado los conciertos tras el tsunami de la marea blanca. El Estado no puede ser pusilánime más cuando se ha demostrado que el sector privado supone un ahorro y reduce las listas de espera. Pero hace falta explicarlo y gestionar bien su implantación.
