Artur Mas presentó ayer Tributos de Cataluña, el germen de una Hacienda propia. Un dislate que no se entiende en el contexto español, ni en el europeo. Una cuestión es la competencia para establecer tasas y tributos, que tienen los gobiernos autonómicos, y otra es renunciar a la cooperación fiscal. Cuanto más se compartimente la información tributaria más difícil será perseguir el fraude. Este asunto nunca se plantea y es un problema esencial que se debe abordar, tanto en la nueva financiación autonómica como en el próximo Estatuto de la Agencia Tributaria. El problema es que estas consideraciones no se van a tener en cuenta y Mas va a utilizar la Agencia Tributaria propia como moneda de cambio en un pacto fiscal. Aceptarlo sería un grave error.