El ministro de Economía, Luis de Guindos, está más cerca de la presidencia del eurogrupo para sustituir al holandés, Jeron Dijsselbloem, que en noviembre deja el cargo. El ministro español cuenta con el apoyo del todopoderoso titular de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, y la aceptación tácita -no pondrá obstáculos- de su homólogo francés, Pierre Moscovici. Dirigir a los responsables de Economía es un premio con el que el núcleo duro de la Eurozona premia a Guindos y a España por haber llevado a buen término la reforma del sistema financiero con un coste inferior al previsto. 40.000 de los 100.000 millones que ofrecía Bruselas.
La Comisión Europea utilizará este nombramiento para reconocer el esfuerzo de los españoles y vender el éxito de las políticas que ha impulsado. Es la forma de responder a quienes acusan al núcleo duro de la UE de ralentizar el crecimiento por un exceso de austeridad. La errática presidencia de Dijsselbloem deja el camino expedito al español para poder lucirse. Con poco que haga, lo hará mejor que el holandés.
Rajoy sabe que este cambio de De Guindos es una oportunidad de volver a ganar protagonismo en las instituciones comunitarias, después de quedarnos sin ningún representante a nivel de consejeros en el BCE, tras la salida de González Páramo hace casi un año. Además, con las próximas elecciones europeas Joaquín Almunia abandonará su puesto de consejero de la Comisión. El Ejecutivo desea cubrir esta vacante con otro peso pesado de la Administración. España necesita recuperar influencia en la UE y Moncloa sabe que posicionar bien a algunos de sus mejores efectivos en las instituciones comunitarias es una baza para contrarrestar el desgaste electoral del PP.
