Los escándalos salpican a UGT y Cándido Méndez no es capaz de frenarlos. Pone distancia y deja caer sobre sus líderes de las federaciones la responsabilidad. Méndez, como secretario general del sindicato tiene que responder por todo lo que sucede en su organización. Escándalos aparte, el líder de UGT ocupa la secretaría general desde 1994, lo que de por sí es un signo inequívoco de la necesidad de cambio y de la falta de debate interno existente que corrobora el porcentaje de votos que obtiene. Lo peor es el aislamiento y la pérdida de liderazgo entre los trabajadores. Méndez mantiene a UGT en una posición inmobilista y no aporta soluciones, pegadas a la realidad de las empresas para luchar contra el paro. Razones suficientes para irse y dar paso a la renovación.