En plena crisis y mientras acumulaba pérdidas por 184 millones, Navantia incrementó sus costes laborales un 22%. Esta incongruencia manifiesta cómo se gestionaron muchas empresas públicas y explica el crecimiento del gasto público. Uno de cada cinco euros que ingresaba el astillero se destinaba a gastos de personal. Además de sustituir a prejubilados con licenciados de categoría superior, se readmitía al personal que se reincorporaba desde los astilleros privados tras su cierre. Un disparate parecido al de la compra de ferrocarriles de vía estrecha que nunca se llegaron a usar y que hubo que vender a pérdida. Ejemplos que cuestionan el papel de las empresas públicas y claman por su reestructuración que tarda en acometerse.