Rajoy trató ayer de insuflar ánimo a su partido, muy afectado por el caso Bárcenas, exponiendo ante la ejecutiva del PP una serie de datos que indican que la crisis puede estar cerca de tocar fondo. Ha mejorado el déficit y la competitividad; se ha reducido la deuda externa y, de manera significativa, la de las familias; el turismo y el sector exterior presentan buenos balances; la prima de riesgo bajó ayer de 300 puntos; aumenta la inversión extranjera, y parece que se aleja el fantasma del rescate. Todo ello acompañado del anuncio de que el dato de paro registrado de junio, que se ha hecho público hoy, puede ser el mejor de la serie histórica.
Más o menos una decena de puntos que, sin restarles valor, todavía son endebles y no sirven de justificación para dar la tarea por finalizada. El desequilibrio de las cuentas públicas se ha corregido algo, pero sin la reforma fiscal y del sector público no se consolidará. La competitividad se ha alcanzado sólo por la vía de los salarios, no por la mejora del modelo productivo; los resultados del sector exterior todavía están muy condicionados por la caída de las importaciones, no por la ganancia de nuevos mercados, y la prima de riesgo muestra una fuerte resistencia a bajar a los 200 o 250 puntos que garantizaba no hace mucho el Gobierno. En cuanto al paro registrado, el resultado de junio puede ser el anuncio de que ha finalizado la destrucción de empleo pero habrá que esperar al otoño para confirmarlo. No es bueno un optimismo precipitado cuando quedan reformas por hacer y, en contra de Bruselas, el Gobierno se resiste a reformar las pensiones y profundizar en la reforma laboral. Las buenas noticias no tapan los escándalos de corrupción y la recuperación no llegará si se deja el trabajo a medias.