Miguel Blesa no entendió absolutamente nada. No comprendió que las cajas de ahorros eran entidades sin ánimo de lucro, ni que su objeto social era facilitar el crédito y servir de apoyo benéfico a la sociedad. Al revés, pensó que Caja Madrid era su cortijo y que podía hacer y deshacer a su antojo. ¿Cómo si no se puede entender que se gastara 10 millones de dólares en una mansión en Miami (Florida) para organizar fiestas y cócteles que en teoría era la casa del delegado? El expresidente de Caja Madrid, al que un coche blindado valorado en 500.000 euros le parecía poca cosa, ha acabado en prisión, como afirma y argumenta el juez instructor que investiga su administración, por llevar "una gestión nefasta con altos indicios de criminalidad".