Editoriales

Editorial: La Unión Europea rompe en Chipre sus propias reglas de juego

El nuevo presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem.

El nuevo presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, ha llegado a su cargo igual que un elefante entraría en una cacharrería. Sus declaraciones -recién alcanzado el acuerdo sobre el rescate a Chipre-, que sugieren extender las quitas a depósitos no garantizados a otros países cuya banca atraviese problemas, pulverizaron las bolsas. El optimismo de la mañana se tornó en miedo a primera hora de la tarde. Con sus palabras, Dijsselbloem convirtió un caso aislado -así se había referido la UE a este problema hasta entonces- en un "precedente", tal como denominó textualmente el holandés a la solución arbitrada.

Y añadió que si el régimen de rescate utilizado en Chipre se generalizase no sería necesario nunca el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), que es el fondo creado para rescatar directamente a la banca de la Eurozona. Unas declaraciones inadmisibles e irresponsables, más propias de alguien que parece querer dinamitar desde dentro la moneda única y la unión bancaria aún en ciernes. La reacción de los mercados no se hizo esperar: las bolsas se dieron la vuelta y empezaron a caer; las primas de riesgo italiana y española subieron, y el euro marcó su mínimo -1,28- desde noviembre.

En contra de la unión bancaria

Llama la atención que un alto representante de la UE no sepa medir sus palabras y olvide que su propuesta de compartimentar soluciones para cada país -que no es otra cosa lo que está proponiendo Dijsselbloem- va en dirección contraria a los principios de la unión bancaria. Lo grave de este asunto es la conculcación, una vez más, de las reglas del juego.

En su primera propuesta de ayuda a Chipre el pasado fin de semana, la UE daba un mazazo sobre la seguridad jurídica al aceptar quitas en depósitos inferiores a 100.000 euros, cuando ésta es una garantía aceptada por todos los Estados miembros para proteger a los ahorradores contra los fallos del mercado. La UE todavía no se ha disculpado del error garrafal que supone mandar a los ciudadanos y a los inversores el mensaje de que la garantía para un depósito en euros puede variar de un Estado a otro de la Eurozona. Por eso las palabras del presidente del Eurogrupo -que olvida los 25.000 millones que recibió ING del Estado holandés o las ayudas a entidades británicas, alemanas o francesas al inicio de la crisis- estimularon la inestabilidad de los mercados.

A Chipre le aguarda un futuro muy incierto. Nunca volverá a ser un paraíso fiscal, y con ello pierde el motor de su economía, que estaba gripado y responde a un modelo abocado al fracaso. Lo pagará con una notable alza del paro y un descalabro social del que tardará años en recuperarse. En la isla será más fácil imponer el control sobre la circulación de capitales que levantarlo, debido al riesgo de una fuga de capitales. La torpeza con que se está conduciendo este rescate aumenta los temores sobre las consecuencias de un posible contagio. España está protegida por el memorando firmado con la UE para recibir la ayuda al sector financiero. Se están cumpliendo las condiciones y, si se produjera un clima de inestabilidad extremo, siempre se podría solicitar la ayuda que aún resta.

Pero no se puede obviar ni aquí, ni en ningún otro lugar de la Eurozona, que este bandazo nos quita atractivo ante la inversión extranjera. Habrá empresas de otros países que operen en la zona del euro que preferirán tener sus cuentas en bancos extranjeros por la inseguridad que la Unión Europea ha extendido sobre los depósitos. La vuelta de la incertidumbre es el precio que pagamos por las continuas contradicciones de los dirigentes de la Eurozona y deben rendir cuentas por ello.

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