La crisis económica hace tiempo que empezó a mostrar su peor cara en su trasunto político. El resultado de las elecciones italianas representa un aldabonazo, que nos recuerda el peligro de atomización parlamentaria y desaparición de los partidos clásicos, junto a la irrupción en escena de peligrosísimos salvadores dispuestos a sacar provecho del río revuelto. Los partidos españoles deben tomar buena nota de lo que está sucediendo en Italia y ponerse manos a la obra y reformarse para que aquí no se reproduzca un fenómeno similar. En Bruselas y en los mercados se temen las consecuencias de esta bofetada contra la austeridad que los italianos han decidido dar a Merkel en la cara de Monti.
Las bolsas subieron mientras se auguraba la posibilidad de un gobierno de coalición del líder de izquierda Pier Luigi Bersani -comprometido con las reformas- con Mario Monti. Volvieron a bajar cuando cundió la sensación de que el resultado no estaba claro. Al cierre de esta edición se dibujaba el peor de los escenarios posibles: un parlamento ingobernable. Resultado de una apretada victoria de Bersani, que sólo consigue mayoría en el Congreso, pero no en el Senado -ni con el apoyo de Monti que sufre un gran varapalo-, donde Berlusconi se alza con la victoria.
Más preocupante todavía es el ascenso vertiginoso de Bepe Grillo, que araña un 25% de los votos. Un apoyo que representa el hartazgo de una población desorientada por la falta de liderazgo de su políticos tradicionales. Es difícil prever una salida a esta situación que puede desembocar en nuevas elecciones. Sólo está claro que la incertidumbre golpea las puertas de la tercera economía europea, frena la recuperación y amenaza la estabilidad del euro.