Rajoy no va a reformar la ley electoral hasta que cuente con un amplio consenso -no sólo mayoría absoluta- para hacerlo. Es razonable y casa con la idea de que para reformar la Constitución hay que tener claro qué se quiere cambiar. Esto no impide que se vaya planteando el debate sobre el modelo de elección de candidatos. El defecto de la ley actual, pese a que tuvo sentido en el contexto histórico en que se aprobó, es que los partidos y sus cúpulas nacionales, regionales y locales elaboran las listas. Esto cercena todo espíritu crítico en los partidos y resta liderazgo. Habría que optar por un sistema mayoritario, al estilo anglosajón, con demarcaciones más pequeñas y con mayor intervención de los electores. Es decir, más participativo.
