Cambiarlo todo para que todo siga igual es lo que en política se conoce como gatopardismo, en referencia a la novela de Lampedusa, El Gatopardo. España corre el peligro de ser víctima de una cierta táctica gatopardista, si Mariano Rajoy desaprovecha la oportunidad de hacer de la crisis virtud y de implementar todas las reformas necesarias para la modernización del país. Esto es lo que realmente puede dar vuelta a la situación e impulsar el crecimiento. Por supuesto que los ajustes son necesarios y el corto plazo determina unos compromisos que bajo ningún concepto se deben incumplir, pero por sí solos no bastan. Si el Gobierno se conforma simplemente con estabilizar las cuentas, los desequilibrios volverán a aparecer y no habrá forma de reducir el paro.
Hay que entender que es el modelo productivo, político y administrativo anquilosado lo que impide el despegue hacia un crecimiento estable y vigoroso. En los últimos días la bajada de la prima de riesgo -que reduce la factura de la deuda en 4.000 millones- da cierta tranquilidad, pero no es suficiente porque todavía se supera lo presupuestado. Un rescate a España, que se da por descontado, puede imponer nuevas condiciones. De cualquier forma, Rajoy tiene todavía mucha tarea por hacer antes de fin de año. Tiempo ya escaso para, además del rescate financiero, acometer la reforma del sector público y la energética, por ejemplo, que sufren demoras por las presiones en contra. Someter a los funcionarios a un esfuerzo de 14.500 millones, si no va acompañado de otras iniciativas y una reordenación profunda de la Administración, sirve para aliviar los presupuestos, pero no para configurar una moderna función pública. Los cambios aparentes conducen a la frustración y acortan el camino al fracaso.
