Siete meses han transcurrido desde que Rajoy accedió a la presidencia del Gobierno. Su principal cometido y la promesa que le alzó con la victoria electoral era aplicar un proyecto reformista, que contribuyera a poner las bases para superar la crisis. Sin embargo, durante este tiempo hemos asistido a un desesperante dar vueltas en círculo, sin avance. Cada paso hacia adelante es contrarrestado por otros dos hacia atrás. De forma que ahora la principal urgencia del Ejecutivo es evitar que España finalmente tenga que ser intervenida.
El bono a diez años superó ayer por tercera vez el 7% por el retraso del rescate a los bancos y la prima de riesgo ascendió a 574 puntos básicos, por la desconfianza de los inversores. El Ibex perdió el soporte de los 6.720 puntos. Una vez más, cabe preguntarse cuál es la causa de que no logremos el respaldo decido de Alemania -da la sensación de que sólo obtenemos su rechazo- y de las instituciones europeas, que nos dan una palmada en la espalda y luego nos pegan un empujón.
Después de la cumbre de junio, España e Italia parecían haber alcanzado una cierta victoria, incluso se llegó a afirmar que Merkel había claudicado, pero como ya se advirtió desde estas páginas tal derrota no era cierta. Hace unos días, España contaba con la ayuda para la recapitalización directa de las entidades financieras, ahora habrá que esperar y ello incidirá sobre el volumen de la deuda.
Los Presupuestos, recién aprobados, se deben retocar para introducir más recortes. En este contexto, si con los nuevos ajustes no se recupera la credibilidad de los inversores y el BCE no ayuda en el esfuerzo, estamos muy cerca del rescate. A pesar de que para Rajoy sea un tabú difícil de asimilar.
