El Tesoro superó ayer una prueba bastante difícil. La subasta de letras a 12 y 18 meses cubrió la emisión incluso por encima del objetivo de 3.000 millones de euros previsto. Un respiro de alivio al comprobar que el mercado no está cerrado, pero hay que esperar a ver qué sucede mañana cuando se subasten bonos y obligaciones que permitirán saber si todavía hay compradores para la deuda española.
Siempre resulta más atractivo y menos arriesgado comprar letras -corto plazo-, que son más fáciles de vender que emisiones a un plazo superior. De cualquier forma, la verdadera dimensión del problema la ofrece el hecho de que se haya pagado un interés del 5%, que duplica el que se ofrece por los depósitos. Una situación inusitada, que da idea de lo anómalo de las circuntancias. Más si se compara con otros países europeos como Alemania, Suiza o Dinamarca, que se están financiando con tipos de interés negativos. Los inversores pagan por poner a salvo su dinero y parece que no vale lo mismo un euro alemán o danés, que otro español, italiano o portugués. El alto precio que tenemos que pagar para financiarnos está abocando a España al rescate. Sólo hay que hacer el cálculo del peso que adquirirán sobre el presupuesto los intereses de la deuda. Así lo están interpretando en estos días analistas e instituciones financieras, desde el momento en el que el rendimiento del bono a diez años superó el 7%. Situación que parece estar también asumida por nuestros vecinos europeos. España formalizará esta semana la petición del rescate del sector financiero y el Gobierno reserva el último cartucho para la reunión que celebrarán en Roma Merkel, Hollande, Monti y Rajoy. Los días están contados y el interés que hay que pagar es insostenible.