En la economía como en el fútbol, España e Italia juegan en la misma liga pero lo hacen con estilos opuestos. Italia, como el equipo del catenaccio, juega a la defensiva, mientras que España apuesta por el ataque. El resultado es que a los equipos españoles les va mejor que a los del país vecino. En las vicisitudes económicas ambos países sufren los efectos de la desconfianza y se alternan en cuanto a quién centra más la atención de los mercados. La prima de riesgo italiana llegó a superar en 200 puntos básicos a la española, y luego España se convirtió en el foco de preocupación, hasta el punto de que Mario Monti se permitió el lujo de marcar distancias en unas declaraciones poco afortunadas. Tras los vaivenes con los que comenzó esta semana la presión sobre la prima de riesgo se ha relajado y la diferencia entre ambos países oscila en torno a los 25 o 30 puntos básicos, a favor de Italia. A diferencia de lo que sucede en el fútbol, en este partido ambos países no son rivales; lo que realmente interesa es que los dos recuperen la confianza exterior y reformen sus respectivas economías.
En contra de lo que pudiera parecer, España apuesta de nuevo por jugar al ataque y ha acometido en estos meses reformas más profundas que las abordadas por Italia. Monti puso en marcha el plan Salva Italia con la reforma de su complejo sistema de pensiones, en el que todavía caben cambios de calado, y la reforma laboral, más tímida que la española y sobre la que ha tenido que dar marcha atrás por falta de apoyo parlamentario. España ha realizado más reformas y de más intensidad, lo que hace prever que a medio plazo la táctica empiece a dar juego y gane más rápidamente el partido contra la desconfianza de los mercados.