Uno de los primeros azotes arancelarios del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue imponer aranceles a las lavadoras extranjeras tras las quejas de fabricantes patrios como es el caso de Whirlpool. Gravámenes que primero se situaron en el 20% para ascender después al 50% con el objetivo de incrementar la generación de puestos de trabajo a este lado del Atlántico. Una factura que según aseguró el mandatario correría a cargo de sus socios comerciales, como ha estimado posteriormente con otros gravámenes.
Sin embargo, un estudio elaborado por la Universidad de Chicago apunta que los consumidores estadounidenses no solo vieron cómo el coste de las lavadoras aumentó significativamente, sino que otros productos no afectados por los aranceles, como es el caso de los secadores de pelo, cuyo precio llegó a aumentar hasta en 92 dólares el año pasado. Estas son las consecuencias de cómo estas medidas impactan al bolsillo de los norteamericanos y generan empleos a un precio astronómico por cada puesto de trabajo creado.
Según Aaron Flaaen, economista de la Fed, Ali Hortacsu y Felix Tintelnot, ambos economistas de la Universidad de Chicago, los consumidores de EEUU han lidiado con entre el 125% y el 225% de los costes derivados de los gravámenes a las lavadoras impuestos por la administración Trump. Mientras esta medida ingresó a las arcas del Departamento del Tesoro alrededor de 82 millones de dólares aumentó los precios al consumidor en 1.500 millones de dólares dólares, según estiman los autores del análisis.
Paralelamente, los aranceles fomentaron que muchas compañías extranjeras trasladasen parte de su producción al país, algo que generó hasta 1.800 nuevos empleos, eso sí, a un precio aproximado de 817.000 dólares por puesto de trabajo. Del total de empleos creados, 200 se sumaron a la fábrica de Whirlpool en Clyde, Ohio mientras 1.600 se sumaron en las fábricas de Samsung y LG en Carolina del Sur y Tennessee respectivamente.
De esta forma, el coste de las lavadoras, que había caído de forma constante a lo largo de los años, creció de forma significativa, cerca de 86 dólares por unidad, de acuerdo a los cálculos de estos economistas. Dada esta subida, muchos fabricantes aprovecharon también para elevar el precio de otros productos, como es el caso de los secadores, no afectados por los gravámenes para equilibrar el aumento en los precios de las lavadoras.
Compañías extranjeras como es el caso de Samsung y LG se vieron forzadas en cierta forma a tomar este tipo de decisiones para compensar el coste de los aranceles. Dicho esto, los autores del estudio señalan que Whirlpool también se sumó a las subidas de precios aprovechando las decisiones tomadas por sus competidores.