
Quedan tan sólo dos días para que Barack Obama se convierta en el nuevo presidente de EEUU. Su paso por la Casa Blanca pasará a los anales de la historia no sólo por ser el primer afroamericano en ocupar el Despacho Oval, sino también porque será el presidente que deberá sacar al gigante americano de una recesión económica que podría ser igual o peor que la Gran Depresión.
Éstos son los principales retos del nuevo líder de EEUU:
Recesión
Barack Obama lleva mucho tiempo preparando un plan de estímulo con el que su Administración piensa plantar cara a la desastrosa situación económica del gigante americano. Su cuantía se eleva a 825.000 millones de dólares, a los que se sumará los 300.0000 millones de la segunda parte del plan de estímulo de la Administración Bush a los que dio luz verde el Senado en la noche del jueves.
Sin embargo, muchos dudan de que el tamaño del estímulo sea suficiente para resucitar la economía y cumplir con las promesas electorales del líder demócrata. Además, aunque este partido cuenta con la mayoría en la Cámara de Representantes, puede que la oposición quiera vengarse y hacer pasar a los demócratas lo que la Administración Bush pasó con el Plan Paulson, que fue rechazado por los congresistas en su primera lectura.
Déficit sin precedentes
Dicho plan dejará otra gran factura: un descomunal gasto que se sumará al ya de por sí alto endeudamiento de EEUU. A día de hoy, el déficit federal de Estados Unidos alcanza los 1,2 billones de dólares. Sin embargo, esta cifra promete aumentar considerablemente ya que no incluye el coste de su plan de estímulo económico que se discute estos días en el Congreso.
De hecho, al cierre de 2009, la deuda federal alcanzará los 1,7 billones de dólares, algo que podría cuestionar su calificación por parte de las agencias de rating, actualmente de la máxima calidad o triple A. Según Barclays Capital Inc, el Tesoro de EEUU podría emitir bonos de deuda hasta alcanzar los 1,6 billones de dólares este año, lo que supone un 28 por ciento del total de la deuda del país. Con este panorama, el ratio de la deuda del Tesoro supondría alrededor del 50 por ciento de la producción doméstica norteamericana, lo que situaría el ratio de EEUU por encima de la media de economías con una calificación triple A negativa.
El envite bancario
El primer afroamericano en habitar la Casa Blanca no podrá olvidarse de las entidades financieras y bancarias, cuyo estado de salud sigue tambaleando los mercados y fomentando la desconfianza entre los ciudadanos. Obama ya ha anunciado restricciones y un escrutinio mucho más severo con aquellas entidades que reciban dinero del Estado: se acabaron los dividendos, las compras oportunistas y otras prácticas consideradas injustas, dado que los fondos vienen del bolsillo de los contribuyentes.
Aún así, el desplome experimentado en bolsa esta semana por Citigroup, el auxilio federal a Bank of America para que éste digiera la compra de Merrill Lynch y los números rojos de los grandes bancos del país dados a conocer ayer ( ver páginas 10 y 11) demuestran que el sector financiero se encuentra lejos de salir de esta encrucijada.
Oleada de desahucios
Son muchas las esperanzas de los norteamericanos en su nuevo líder. Pero también son muchas las amenazas a las que se enfrentan sus bolsillos. Si Obama no logra capearlas, la nueva Administración será cuestionada. Y en este sentido, la vivienda -origen de la crisis de las subprime- será todo un reto. En 2008, los desahucios aumentaron un 81 por ciento, porcentaje que se eleva al 225 por ciento si se compara con 2006.
Obama y el panel bipartidista que supervisa la gestión del plan de estímulo por parte del Departamento del Tesoro, dirigido por Bush, han criticado al todavía Gobierno republicano por no tratar de poner freno a la incesante marea de embargos. El nuevo presidente tiene entre manos distintos proyectos para intentar suturar esta herida.
Entre ellos, pretende agraciar con rebajas fiscales a aquellos estadounidenses que vayan a comprar su primera casa, mientras que se ha comprometido a ayudar a las familias que se encuentren en proceso de desahucio, utilizando parte de los fondos del plan de estímulo a revisar las condiciones de sus hipotecas. Habrá que ver si es suficiente. Ayer, Obama volvió a recordar en un discurso que "el 95 por ciento de las familias estadounidenses recibirán rebajas fiscales por valor de 1.000 dólares".
Desempleo
Obama recoge el testigo de la Administración Bush con 11 millones de personas sin empleo y una tasa de paro del 7,2 por ciento, la más alta de los últimos 16 años. Sólo la semana pasada las peticiones por desempleo aumentaron un 11,5 por ciento, una cifra que seguramente será aún mayor en la semana en la que nos encontramos, ya que grandes empresas como Alcoa, Motorola, Google y Oracle han anunciado en los últimos días importantes recortes de plantilla que se harán notar en el dato de desempleo de enero, que se conocerá cuando Obama ya esté al frente del barco.
Los expertos predicen que la tasa de paro podría superar el 8 por ciento este año y no frenar hasta el primer trimestre de 2010, por lo que el desempleo será uno de los grandes quebraderos de cabeza del presidente.
Por un lado, Obama tiene previsto crear alrededor de tres millones de puestos de trabajo gracias a los 90.000 millones de dólares que invertirá en obras de infraestructura y en fomentar el uso de energías. Ayer insistió en que hay "casi total unanimidad" entre los economistas en que el gasto público que supondrá su paquete de medidas para estimular la economía ayudará a recuperar empleos a corto plazo, y añadió que ya hay quienes estiman que el plan de estímulo costará hasta 1,3 billones de dólares. Además, dentro de su plan de estímulo, el demócrata invertirá 43.000 millones de dólares para ampliar los beneficios de desempleo, 39.000 millones de dólares para facilitar servicios médicos a los parados y un total de 20.000 millones de dólares en cupones de comida.
Oriente Próximo
Los ataques israelíes sobre Gaza han irrumpido como un jarro de agua fría en el estreno como presidente del demócrata Barack Obama y supondrán un importante examen en su política exterior. Cuando todo parecía indicar que la nueva Administración centraría todos sus esfuerzos en lidiar con la crisis económica y recalibrar su política exterior en Irak y Afganistán, la nueva ofensiva en la Franja de Gaza ha cambiado de la noche a la mañana los cálculos del afroamericano.
De momento, su falta de respuesta ante el conflicto ha desatado las primeras críticas: muchos creen que el presidente electo no tomará la ruta objetiva que muchos esperaban. En primer lugar, su secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuenta con una larga tradición política que le ata al lobby judío, mientras que buena parte de los pesos pesados del equipo de Obama, como Rahm Emanuel o Paul Volcker pertenecen a la elite judeoamericana. También el desafío nuclear de Irán será otro gran reto.
Otras guerras
7Obama inaugura su andadura como jefe de Estado con dos frentes bélicos todavía por solventar: Irak y Afganistán. De momento, el afroamericano estudia la posibilidad de poner en marcha una estrategia de alcance regional para la guerra de Afganistán, que incluye la posibilidad de dialogar con Irán. La situación en el país de los talibanes puede convertirse en el Irak de Obama. Por esta misma razón, entre las tareas del nuevo presidente se encuentra la de desarrollar una estrategia. En lo que se refiere a Irak, Obama aseguró durante la campaña que retirará todas las tropas de combate norteamericanas del país en un periodo de 16 meses después de asumir el poder.
Relaciones con Europa
La UE ha visto en la llegada de Obama a la Casa Blanca una oportunidad para restaurar el entendimiento y cooperación entre ambas potencias occidentales. Cabe recordar que hace cinco años, el Gobierno de Bush desatendió la oposición de Alemania, Francia y otros países europeos en la guerra de Irak llevando las relaciones bilaterales al nivel más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. El afroamericano deberá demostrar que su supuesto talante diplomático no es agua de borrajas. Son muchos los puntos calientes a resolver en sincronización con la UE, como la crisis financiera o el conflicto entre Israel y Palestina.