
Theresa May comprobó ayer en su incorporación oficial al trabajo que el año que acaba de comenzar se parece demasiado a 2018. El parón navideño parece no haber facilitado el espacio de reflexión que la primera ministra británica ansiaba para los diputados y el callejón sin salida en el que se hallaba el acuerdo del Brexit a final de diciembre continúa a menos de una semana del reinicio del debate parlamentario que sentenciará la salida de la Unión Europea.
Aunque la maquinaria de Downing Street ha intensificado las maniobras para recabar de los Veintisiete concesiones de última hora que permitan salvar la votación, prevista el 15 de enero, la preparación para un divorcio no pactado es ya oficial y el ministro del Brexit presidió ayer una reunión para coordinar medidas de contingencia que pasan por hacer acopio de bienes básicos.
La línea oficial, con todo, sigue siendo la ofensiva diplomática encabezada por May, quien esta semana ha vuelto a contactar con Angela Merkel y otros pesos pesados del continente para conseguir concesiones suficientes para evitar la derrota que, ya el mes pasado, la había llevado a suspender un voto que podría provocar la caída del Gobierno. La duda ahora es si su táctica de referencia, comprar tiempo, seguirá salvándola cuando restan menos de 90 días para la ruptura. Las señales no son halagüeñas y su titular del Brexit lo demostró al dedicar sus esfuerzos del arranque del año a actualizar a altos cargos del Gobierno sobre los progresos en materia de contingencias y planificar las semanas venideras.
Sin embargo, el Número 10 mantiene las esperanzas de que, de lograr algún triunfo en la controvertida salvaguarda para evitar una frontera dura con Irlanda, los unionistas del Ulster pondrán fin a su oposición, favoreciendo así lo que el Financial Times califica como un efecto dominó que tumbe en cadena el rechazo de defensores y detractores del Brexit al acuerdo en el Partido Conservador.
Tampoco ayuda la sensación de caos transmitida por integrantes clave del Gobierno durante el período navideño. Para empezar, el aumento de inmigrantes que intentan entrar en el país a través del Canal de la Mancha ha dejado en una delicada posición al titular del Interior, uno de los ministros que más maniobras en la sombra ha emprendido para un potencial relevo en Downing Street. Sajid Javid tuvo que interrumpir sus vacaciones en Sudáfrica para hacer frente a la crisis, pero su gestión lo ha puesto en evidencia, al punto de que sus defensores consideran que ha sido víctima de maquinaciones de quienes quieren detener sus aspiraciones sucesorias.
Por si fuera poco, su compañero de Transporte, uno de los ministros que más pifias acumula, intenta contener el escarnio provocado por la contratatación de una firma que carece de barcos para un servicio de ferries en caso de no acuerdo. La firma nunca los ha promovido y ayer trascendía que había ganado el concurso, valorado en 14 millones de libras, copiando los términos y condiciones de una empresa de reparto de comida.