Economía

La falta de acuerdo entre los países forzará a Europa a cerrar el año sin presupuesto definitivo

  • La cumbre de esta semana certificará las divisiones en las próximas Cuentas
Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. Foto: Reuters.
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La cumbre europea de esta semana marcará el final de un año en el que la UE se despidió de la esperanza, al menos por ahora. La falta de acuerdo entre los Estados miembros también les obligará a posponer, al menos hasta el otoño, la adopción del presupuesto plurianual de la UE, según el borrador de conclusiones de la cumbre al que ha tenido acceso elEconomista.

Los jefes de Estado y de Gobierno de los 28 llegarán además a su encuentro del jueves y el viernes en Bruselas tras el probable rechazo al acuerdo para lograr una salida ordenada del Reino Unido de la Unión. El voto del martes en el Parlamento británico pinta mal para los intereses de la primera ministra Theresa May, y dejará tanto su futuro como el del Brexit en el aire.

Pero no es el único Gobierno que se presentará tambaleándose a la cita, porque los anfitriones también llegarán desangrándose políticamente. El Ejecutivo belga pasó a ser un Gobierno en minoría la noche del sábado tras la salida de los nacionalistas flamencos. El motivo fue la decisión del primer ministro, Charles Michel, de acudir a la cumbre de Marrakech sobre migración. Bruselas se agitó el pasado fin de semana no solo por esta sacudida política, sino también por la protesta de los 'chalecos amarillos', una réplica del terremoto social que volvió a golpear este sábado a la presidencia de Emmanuel Macron en la vecina Francia.

Los problemas en casa de quien fuera el caballero de reluciente armadura de los proeuropeistas llegan mezclados y entrelazados al pinchazo del optimismo que se extendió por Europa tras su elección en mayo de 2017. Se ha cerrado definitivamente esa 'ventana de oportunidad' que trajo la victoria de Macron para reforzar la Unión, respaldado por unas benignas condiciones económicas.

Porque la solidaridad entre los Estados miembros, la gasolina de esa "unión cada vez más estrecha" que se lee en los tratados, hace tiempo que ni está ni se la espera. Y el simple cambio del inquilino del Eliseo no iba a solventar el problema.

Mantener la unión a toda costa en el mundo postBrexit es el objetivo número uno. Sacrificar la ambición y olvidarse del principio motor de los tratados para garantizar el cierre de filas no parece un precio demasiado excesivo.

Cerrado el acuerdo de mínimos

Los líderes tendrán ante sí el acuerdo de mínimos cerrado la semana pasada por los ministros de Finanzas. Incluye poco más que un colchón para garantizar que el fondo para resolver bancos contará siempre con dinero a partir de 2024 (o al menos hasta 60.000 millones de euros), y un refuerzo del Mecanismo Europeo de Estabilidad para ofrecer créditos preventivos, aunque bajo estrictas condiciones.

Una docena de países impide el salto adelante en el terreno económico, sobre todo con la llegada del presupuesto de la Eurozona. Y apenas completan una mano los que se oponen a repartir de una manera más equitativa la llegada de refugiados, el principal escollo de la reforma migratoria.

La Comisión Europea renunció de momento a revisar el principio de Dublín, por el que los refugiados tienen que quedarse en el país de entrada (el cual tiene la obligación de registrarlos). Hungría y Polonia son los principales opositores a la revisión para introducir más solidaridad entre los miembros.

Budapest y Varsovia también estuvieron a punto la semana pasada de conseguir excluir un reconocimiento expreso a los derechos del colectivo LGBT en un borrador legislativo. Un paso intolerable para una mayoría, por afectar a los derechos de las minorías. "Existe un punto en el que tienes que decir basta, para nosotros es éste", resumió un diplomático europeo.

Pero más allá de algunos golpes en la mesa, la oportunidad política de este mandato ha quedado amortizada. Con la precampaña para las elecciones europeas de mayo ya en marcha, la canciller Angela Merkel de salida en Berlín, y un Macron acorralado en París, tan solo cabe esperar al empuje de los que vengan detrás para reconectar con una ciudadanía descreída y despegada. El auge de los soberanistas, populistas y la extrema derecha augura un escenario complicado. Pero el optimismo forma parte del genoma del proyecto comunitario.

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