
Una década después de que la Gran Recesión sacudiera el planeta, el mundo parece haber salido del agujero. Pero es solo una impresión. Las señales de alarma suenan con demasiada intensidad como para ser ignoradas en la sala de mandos del G20. Y las curvas llegan justo cuando mengua el espíritu cooperativo planetario, que encarnó el foro de las naciones más poderosas allá por 2008 precisamente para pilotar la salida de la crisis financiera.
Los desafíos globales, como el cambio climático, la migración o el terrorismo se multiplican, mientras la economía mundial se desacelera. Y EEUU, otrora gran valedor del multilateralismo, desmantela el entramado de la cooperación internacional ahora que los nubarrones se avecinan de nuevo.
Por eso, los líderes del G20 lanzaron su enésima intentona ayer en Buenos Aires para intentar atraer a Donald Trump de vuelta al sistema multilateral. La declaración final de la cumbre que aprueben hoy indicará si finalmente han tenido éxito.
Al mandatario estadounidense no le gusta la cooperación multilateral. Sobre todo cuando se trata de comercio, porque Trump continúa siendo más hombre de negocios que político, y el cambio climático, asunto que considera más un estorbo que una prioridad urgente.
Las pistas que está dando Trump pronostican lo peor. Ya de camino a Buenos Aires se felicitó por los beneficios económicos que han traído sus aranceles a productos chinos
Trump ya rompió filas el pasado año en el G20 de Hamburgo al no respaldar las conclusiones comunes en estos puntos. Pocos meses más tarde desató una guerra comercial mundial al imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio. Mientras, ha intensificado su disputa económica comercial con China en los últimos meses, cuyo objetivo final se adivina más bien en la contención del gigante asiático que en la reducción de su déficit comercial.
La presidencia argentina se esfuerza por armar unas conclusiones en las que Trump se sienta cómodo, incluso si ello incluye reducir la ambición. El Gobierno argentino se mostró "muy optimista" sobre la posibilidad de que se pueda llegar finalmente a un acuerdo, ya que "en buena parte de los temas existe un nivel de avance muy grande".
Pero más que domesticar a Trump, el mandatario estadounidense está consiguiendo arrastrar al resto en su desgaste de la cooperación internacional. Según comentaron fuentes europeas a elEconomista, EEUU ha rebajado el nivel de ambición en el apartado de la lucha contra el cambio climático en comparación con la declaración de Hamburgo y tampoco quiere ninguna referencia al desafío migratorio en las conclusiones finales.
Estas tajadas al documento preocupan a alemanes, franceses, británicos, italianos, españoles, holandeses, y las instituciones comunitarias, entre quienes existe un "fuerte consenso" sobre la necesidad de no aceptar unas conclusiones demasiado aguadas, explicaron las mismas fuentes europeas.
Pero la supervivencia del status quo global pasará más bien por el encuentro que mantendrán esta noche Trump y su homólogo chino Xi Jinping. Será el momento para ver si Trump tiene voluntad de detener sus embestidas contra Pekín e intentar arreglar las dudosas prácticas chinas dentro de una Organización Mundial del Comercio mejorada, tal y como le suplican los europeos. O si termina por utilizar todo su arsenal en la guerra comercial, acelerando el final del ciclo expansivo de la economía mundial, como analistas e inversores temen.
Las pistas que está dando Trump pronostican lo peor. Ya de camino a Buenos Aires se felicitó por los beneficios económicos que han traído sus aranceles a productos chinos y amenazó con nuevas tasas, a pesar del daño que ha causado a empresas estadounidenses. Y ayer puso en un brete al presidente argentino Mauricio Macri al indicar su equipo que durante su conversación discutieron "la actividad depredadora de China".
La presión de las naciones es significativa, porque sus políticas irresponsables podrían tener un precio mucho más alto ahora. A los ministerios de Finanzas del G20 les preocupa la normalización de la política monetaria, y la salida de liquidez de los países emergentes.
"En estos años, los cambios en las circunstancias sociales, políticas y económicas, tanto a nivel global como dentro de nuestros países, han producido cuestionamientos sobre mecanismos multilaterales contemporáneos, incluido el G20," reconoció Macri en la apertura del foro. "Han emergido tensiones acerca de la visión de cómo encarar individualmente las oportunidades y los desafíos globales". El argentino pidió diálogo y "el mismo sentido de urgencia que en 2008" para encarar problemas globales.
La defensa del multilateralismo llegó desde el flanco europeo. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pidió que no se malgastara el G20 y los encuentros bilaterales y se buscaran soluciones para tratar la guerra comercial, y también para otros conflictos como la agresión rusa a Ucrania. El polaco recordó al selecto grupo de países que "en este difícil momento para la cooperación internacional", tienen las herramientas en su mano para abordar los desafíos globales.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, coincidió con el mensaje de Tusk durante la misma rueda de prensa. Con la mirada puesta en Trump, resaltó que "hemos aprendido una lección en estos diez años, y es el principio que ningún país, ninguna región puede ir sola".
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se sumó dentro de la sala a esta defensa del multilateralismo y de un comercio internacional basado en las reglas, según explicaron fuentes de Moncloa. El español además llevó la voz cantante en el asunto migratorio entre los europeos, una de las prioridades que trajo el grupo de líderes de la UE. Sánchez defendió una gestión integral de la migración, respetando los derechos humanos pero también la protección de las fronteras.
Una cumbre de excepción
Esta cumbre del G20 ha estado marcada por la excepcionalidad. Cuando a la lista de anécdotas e infortunios apenas le quedaban más palos que sumar, un temblor sacudió ayer el sur de la capital argentina. Esta cita del selecto grupo ya era la primera en celebrarse en un país inmerso en pleno rescate de Fondo Monetario Internacional.
Pero las protestas contra la austeridad del presidente Mauricio Macri no fueron las únicas que encendieron los ánimos en la calle. Justo cuando los líderes estaban aterrizando en la capital, a Buenos Aires se le escapaba la esperadísima final de la Copa Libertadores que se iba a disputar en el Monumental entre River Plate y Boca Juniors por los problemas de seguridad que se sucedieron el pasado fin de semana.
El partido finalmente se jugará en el santiago Bernabéu, la tierra en otro tiempo de esos colonizadores contra los que se levantaron precisamente los héroes recordados por el trofeo. El foro además no contó ayer con la canciller alemana Angela Merkel, el contrapunto al carácter irascible e imprevisible de Trump. El ancla de la estabilidad europea, y campeona del orden liberal mundial, se perdió la apertura de la cumbre tras la avería técnica que sufrió su avión el jueves cuando volaba hacia Buenos Aires. Merkel se vio obligada a tomar un vuelo comercial desde Madrid.