
Vestidos con trajes de chaqueta, miles de empleados y ejecutivos esperaron pacientemente bajo el frío del primer día laboral de 2009 para acercarse al altar del santuario de Kanda Myojin, levantado hace 1.300 años y dedicado al dios del comercio Ebisu-Sama. A él le han pedido que conserve sus negocios a flote, en un nuevo año con lúgubres perspectivas económicas
"El pasado año fue en verdad un año duro para las inmobiliarias y muchas compañías han desaparecido. Pero estamos decididos a sobrevivir", dijo Toshikatsu Takehara, un gerente comercial inmobiliario de 34 años que estaba rezando en el santuario.
Menos donativos
Los fieles en el lugar sagrado aplaudían al llegar al altar, cerraban los ojos e inclinaban la cabeza para rezar, mientras de fondo se escuchaba el sonido de las monedas cayendo en la caja de donativos.
La caja de donativos del santuario, rellena con monedas de un yen, frente a los generosos donativos de billetes de 1.000 ó 10.000 yenes del pasado, parecía reflejar el sentimiento de muchos trabajadores y sus empresas, forzados a apretarse los cinturones ante la grave situación económica.
"Igual que todos nuestros clientes que están en apuros, no podemos gastar tan profusamente como solíamos", dijo Sachiko Ishii, de 34 años, secretaria.
La previsión económica en Japón, un país eminentemente exportador, es sombría, con una récord de la producción industrial en noviembre y una reducción del mercado laboral que amenazan con aplastar el consumo y con una caída de precios.