
La reforma tributaria aprobada por los republicanos y orquestada por la Administración de Donald Trump el pasado 22 de diciembre se postuló como el pilar electoral sobre el que se apoyaría el partido en las legislativas que se celebrarán en dos semanas. Sin embargo, el paquete de medidas con un coste de 1,5 billones de dólares y que engordó el déficit hasta los 779.000 millones de dólares en el año fiscal 2018, caló entre las empresas, que se beneficiaron de una reducción del Impuesto de Sociedades hasta el 21%, pero no ha resonado tanto con el electorado. Por ello, Trump desempolvó la posibilidad de implementar una segunda tanda de recortes impositivos orientados "a los individuos con ingresos medios, no para las empresas", dijo Trump el pasado fin de semana generando cierta confusión, dado que el Capitolio se encuentra en tiempo muerto hasta la jornada electoral del próximo 6 de noviembre.
El presidente de EEUU sugirió que este plan fiscal podría darse a conocer a principios de noviembre y que Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, y el congresista republicano Kevin Brady, estaban trabajando en los detalles contrarreloj. Funcionarios de la Casa Blanca citados por distintos medios estadounidenses aclararon que la Administración no estaba presionando de forma insistente a los legisladores para acelerar o presentar estos planes. Los economistas de Goldman Sachs estiman que una victoria por sorpresa de los republicanos que blindase su hegemonía en ambas Cámaras podría facilitar la aprobación de la Reforma fiscal 2.0 a través del proceso conocido como reconciliación.
Este proyecto busca hacer permanentes los recortes del IRPF temporales. Aún así, en el caso contrario, una mayoría demócrata en el Capitolio podría generar dudas sobre el proceso de desregulación iniciado por Trump y la posibilidad de revertir algunas iniciativas fiscales aprobadas por los republicanos.
Mientras tanto, esta semana, la atención comercial vira a Ottawa, Canadá, donde el miércoles y el jueves se celebra un encuentro de miembros de la Organización Mundial de Comercio donde estarán presentes los ministros de Comercio de Australia, Brasil, Canadá, Chile, la Unión Europea, Japón, Kenia, México, Nueva Zelanda, Noruega, Singapur, Corea del Sur y Suiza. Ni EEUU ni China están invitados.
Todo ello ocurre bajo el puño arancelario de Trump, especialmente contra el acero y el aluminio, y su intención de escalar su presión al gigante asiático. Según Prashant Chandran, cogestor del fondo Legg Mason Western Asset Macro Opportunities Bond, la peor hipótesis, de prolongación de la guerra comercial, penalizaría más al perfil de crecimiento de China que al de EEUU. "En el peor de los casos, el gigante asiático podría perder entre un 0,6 y un 0,7% de su PIB el próximo año", avisó este experto.