
Theresa May, la primera ministra británica, ha intensificado los esfuerzos para apuntalar el apoyo de su Gabinete a su plan de salida del Reino Unido de la Unión Europea, dadas las maquinaciones que amenazan no solo con desbaratar el pacto que logre con Bruselas, sino con desalojarla de Downing Street.
Ante el crucial Consejo Europeo de la próxima semana, su objetivo es establecer círculos concéntricos alrededor de su propuesta de salida y su modus operandi pasa por garantizar primero el respaldo de su propio Gobierno.
Mientras las delegaciones de Reino Unido y de la Unión Europea trabajan contrarreloj en Bruselas para producir un principio de acuerdo, la primera ministra intenta resolver en casa el sudoku impuesto por los unionistas norirlandeses del DUP (Democratic Unionist Party), de quienes depende su supervivencia política, por la beligerancia de los eurófobos de su partido y la coordinación del sector pro Unión Eu-ropea, que no entiende de siglas.
Para ello, ayer reunió en el Número 10 al Gabinete de Guerra del Brexit, es decir, el selecto grupo de los ministros de mayor rango, cuyo aliento es vital para mantener la esperanza de desbloquear el divorcio con la Unión Europea. El en-cuentro era el primero desde el celebrado a principio de julio en la residencia de Chequers, el mismo que había permitido el ansiado consenso gubernamental, que apenas dos días después romperían, entre otros, el titular de Exteriores y el responsable del Brexit.
Reunión de los ministros de mayor peso para cerrar la propuesta que llevará a Bruselas
May no quiere que la crisis se repita, y menos cuando no resta ni una semana para el Consejo en Bruselas que ya se ha empezadao a considerar como el del "todo o nada". Oficiosamente, ayer el propósito era informar al núcleo duro del Ejecutivo del planteamiento que Reino Unido defenderá para la ruptura, incluyendo la delicada cuestión de la frontera con Irlanda.
En la práctica, sin embargo, con la reunión de May con sus principales miembros del Gabinete la premier trataba de preparar el terreno para el Consejo de Ministros del martes, en el que el Gobierno británico deberá dar luz verde a la propuesta que propondrá a las autoridades comunitarias.
Es improbable que el documento se conozca antes de la cumbre comunitaria, dada la sensibilidad de la oferta en juego, la creciente hostilidad del DUP, que no descarta votar en contra del Presupuesto que se presenta el 29, y la falta de disimulo del ala más conservadora de su partido a la hora de evidenciar su disposición a expulsarla de Downing Street si no garantiza una salida dura. Si estas maniobras hacen descarrilar el proceso, las consecuencias serían demoledoras.
El regulador fiscal del Gobierno advirtió ayer de que, además de un "impacto severo" en la economía, un Brexit sin acuerdo podría provocar el caos, obligando a familias y negocios a almacenar bienes, generando retrasos dramáticos en las fronteras e, incluso, evitando el aterrizaje de aviones procedentes de la Unión Europea.