
El debate de la salida de Reino Unido de la Unión Europea se ha trasladado de las altas esferas en las que se maneja habitualmente al pragmatismo de qué implicaría para la vida cotidiana un escenario sin acuerdo y la primera pregunta que surge es qué acontecería con el suministro de alimentos y medicinas.
Lo que inicialmente había sido planteado como una hipótesis casi propia de un futuro distópico ha pasado a convertirse en una potencial realidad, dadas las paulatinas evidencias de que una ruptura caótica es posible. El propio Gobierno reconoce que está revisando ya los protocolos para asegurar el "suministro adecuado" de comida, si bien hay una disputa subyacente acerca de sobre quién recae la responsabilidad.
El ministro del Brexit ha sugerido que sobre la industria, una visión ampliamente disputada por esta. En una comparecencia oficial en el Parlamento, Dominic Raab declaró que "sería equivocado decir que el Gobierno está acumulando" alimentos, pero el sector considera su posición no sólo "ridícula", sino síntoma de su "ingenuidad absoluta" en torno a cómo funciona la cadena, pese a que el 40 por ciento de la comida consumida al norte del Canal de la Mancha es importada.
Para empezar, los jefes de los supermercados han aclarado que, a prácticamente siete meses para el Día del Brexit, nadie los ha contactado en nombre del Ejecutivo para organizar el abastecimiento y, según el Consorcio Minorista Británico (BRC, en sus siglas en inglés), incluso si hubiese sido el caso, el avituallamiento no supone una "respuesta práctica". Los productores no cuentan con las instalaciones, ni los servicios, para almacenar producto y, en el caso del fresco, simplemente no es posible.
Así, el sistema opera en base a un sofisticado modelo de suministro just-in-time, es decir, de intervención inmediata, por lo que los víveres frescos no pueden guardarse más allá de unas jornadas y, para complicar el panorama, no hay suficiente espacio para los no perecederos, tanto en materia de almacenaje, como de refrigerado. Según la Federación de Almacenamiento y Distribución de Alimentos (FSDF), en Reino Unido hay 385 depósitos, pero más del 90 por ciento de su capacidad está en uso constantemente, por lo que los márgenes son muy reducidos.
Además, en un escenario sin acuerdo, Reino Unido no solo debería afrontar un nuevo sistema de tarifas y controles, sino inabordables bloqueos de tráfico en Calais y en cada uno de los puertos europeos que reciban bienes de las islas. Como consecuencia, incluso si Londres quisiese dejar las fronteras abiertas para permitir la importación de la UE, la imposición de controles para todos los productos británicos por parte de Bruselas provocaría el colapso del tráfico en el Canal de la Mancha.
Por ello, el Ejecutivo se estaría planteando ya cerrar una de las grandes autovías al sur de Inglaterra, concretamente en el condado de Kent, para convertirla en un inmenso aparcamiento de camiones en caso de Brexit caótico. Adicionalmente, el almacenaje masivo por parte de familias y negocios está siendo también seriamente considerado, una tendencia en sí misma sorprendente para una de las teóricas potencias mundiales.
De hecho, entre este mes y el que viene se espera la publicación de informes oficiales, hasta un total de setenta, acerca de cómo el sector privado y los hogares deberían prepararse para una salida sin acuerdo y, de ellos, hasta veinte informes versarían sobre el impacto directo que tendría esta salida caótica sobre la industria alimentaria.
También las medicinas se enfrentan al caos: cada mes, Reino Unido importa a la UE y al Área Económica Europea 45 millones e importa más de 37 millones de tratamientos que podrían quedar seriamente amenazados en caso de interrupciones en las fronteras.