
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibe en la Casa Blanca al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en medio de un pulso arancelario en aluminio y acero que ya ha tocado al Viejo Continente. Sin embargo, las conversaciones tendrán sus miras puestas en la industria automotriz, un sector donde la administración estadounidense busca implantar gravámenes de hasta un 25%.
Mientras el Departamento de Comercio sigue con su investigación alegando motivos de seguridad nacional, el gobierno de Trump espera que Bruselas ponga sobre la mesa una oferta atractiva para evitar una escalada de las tensiones arancelarias. El objetivo es que se eliminen los gravámenes al comercio de automóviles y autopartes durante al menos dos o tres años a cambio de blindar a la industria europea de los posibles aranceles en ciernes.
"Me han dicho que vendrá con una importante oferta de libre comercio", aventuró la semana pasada el propio director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, quien, junto al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, forman parte de los funcionarios que discrepan de la decisión de gravar a los automóviles. El propio Trump tuiteó sobre "nuevos y mejorados tratados comerciales", en lo que algunos consideran podría ser un guiño a la Unión Europea.
Aún así, Juncker no llegará con una propuesta comercial. Según el portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas, ahora "no hay ofertas" y el cara a cara se perfila más bien como "una discusión, un diálogo y una oportunidad para hablar y seguir comprometidos con el diálogo". De hecho, la comisaria de Comercio europea, Cecilia Malmstrom, que acompañará a Juncker en el viaje, recalcó la semana pasada que está preparando una lista de importaciones estadounidenses contra las que actuar si el país norteamericano impone aranceles a los vehículos europeos.
En Bruselas son conscientes de la división que existe en la propia administración Trump
Desde Bruselas son conscientes de la división que existe sobre este asunto dentro de la propia administración Trump, donde se incluye al director de política comercial, Peter Navarro, el representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, y el secretario de Comercio, Wilbur Ross, apoyan la decisión de elevar los gravámenes a las importaciones de vehículos.
Tanto la industria automotriz como los republicanos en el Capitolio o algunos funcionarios de la Casa Blanca son conscientes que atacar con aranceles un sector como el automovilístico acabará por tener repercusiones negativas para la economía y los consumidores.
La Alianza de Fabricantes de Automóviles, un grupo que representa a los principales fabricantes del sector, como General Motors, Volkswagen o Toyota, avisó que imponer tarifas del 25 por ciento a los vehículos y autopartes importados aumentaría el precio de los coches en EEUU en 83.000 millones de dólares anuales y acabaría con una gran cantidad de empleos en toda la geografía americana.
De todas formas, no está claro el tiempo que Trump concederá a Juncker, debido a la falta de propuesta. De hecho, el presidente de la Comisión contará con una reducción en los aranceles estadounidenses a los automóviles europeos, en la tasa del 25 por ciento impuesta sobre los camiones.
Es importante recordar que, aunque los gravámenes del bloque europeo a los coches estadounidenses son mayores que a la inversa para otros productos como los vehículos pesados, son más altas en el país norteamericano. También hay que destacar que la UE insiste en que la reducción o eliminación de los aranceles a la industria automotriz solo podría aprobarse en el marco de un acuerdo comercial más amplio pese al apoyo de las automotrices y algunos países como Alemania.