
El esperado Libro Blanco del Brexit ve al fin la luz esta jornada, oficializando la controvertida apuesta de Theresa May por una salida blanda que establezca un área de libre comercio con la Unión Europea y un cuestionable abandono de la unión aduanera, para así esquivar la reimposición de una frontera con Irlanda.
El encadenamiento de terremotos en los últimos días en Reino Unido hace comprensibles los sucesivos retrasos del que se había anticipado como el documento más pormenorizado desde el referéndum.
Las dimisiones del ministro del Brexit y del de Exteriores, aunque por motivaciones diferentes, justifican por sí solas la reticencia de la primera ministra a confirmar lo que hasta la reunión de la semana pasada en la residencia oficial de Chequers era solo un rumor: que la única ruptura económicamente viable pasa por mantener lazos estrechos con el principal destino de las exportaciones británicas.
Los detalles que hoy se conozcan pueden provocar un motín que, de momento, vivirá su primer asalto en el Parlamento la próxima semana. La Ley Comercial y la de Aduanas regresan a Westminster con los planes de May por fin conocidos, dando una oportunidad a los eurófobos que se resisten aún a aceptar el futuro trazado por el Número 10.
Si los desvelos de la premier procedían de la facción pro-UE, dispuesta a batallar por la continuidad en la unión arancelaria, ahora son sus rivales quienes preocupan: la apuesta por un intercambio comercial sin fricciones confirmada por el Libro Blanco ha aplacado a los hasta ahora rebeldes, frente al sector anti-Bruselas, que prevé una ofensiva en forma de enmiendas para desmontar el plan de Chequers.
Antes, no obstante, May tendrá otro trance con la visita de Donald Trump. El presidente estadounidense aterriza hoy, aunque los únicos actos previstos serán mañana, la mayoría, fuera de Londres para evitar las protestas masivas convocadas por su presencia.